Entre estos últimos tienen ventaja aquellos que han podido reunir cierto capital; y en la isla, donde a la larga la vida resulta mucho más barata por ahora y el dinero rinde más, se han lanzado a abrir sus propios negocios.
Tal es el caso de Noemí y Alessandro, su esposo italiano: «Mi familia tiene un restaurante en Roma, por eso cuando me mudé a La Habana con mi esposa decidimos que tenía sentido abrir un negocio como ese aquí», dice Alessandro.
Este emigrante italiano a La Habana se decidió a abrir un restaurante llamado «La Isla de la Pasta», ubicado entre las calles 23 y 6, en el Vedado, y, al respecto señala: «Estuvimos pensándolo y nos dijimos: Las cosas están difíciles en Europa ahora, así que ¿Por qué no probar en Cuba?»
Y así, convirtieron su apartamento en un restaurante italiano que, con la experiencia que le aporta Alessanbdro, se distingue de sus innumerables congéneres habaneros en que ofrece mucho más que pizza, lasaña y espaguetis: «Trabajamos duro, porque hacemos nuestra propia pasta con una máquina manual, pero eso le da una mayor exclusividad y, además, nos permite resolver con mayor facilidad el asunto de los suministros, pues con frecuencia se hace bastante difícil encontrar en el mercado ciertos tipos de pastas».
«Además -agrega Noemí-, nuestros precios son razonables, con lo que mantenemos de manera estable una clientela formada tanto por cubanos como extranjeros».
En cuanto a las posibilidades del negocio no parecen tener dudas: «A veces tenemos que inventar y cubanizar un poco las recetas, porque si nos ponemos a importar productos de Italia entonces no hay cliente que soporte los precios, pero siempre tratamos de que cada plato se parezca lo más posible al original» dice Noemí.
En cuanto a Alessandro, afirma estar convencido de que no se equivocaron al asumir el reto de montar un negocio privado en la isla comunista: «No importa dónde abras un restaurante, siempre habrá riesgos, y es cierto que aquí existen retos particulares, pero se pueden sortear: Un extranjero no puede llegar y poner su nombre en los papeles, por lo menos por ahora, pero Noemí, que es cubana, sí, así que tenemos garantizada la legalidad del negocio».
Y como ejemplo de que van avanzando Alessandro afirma que «hasta ahora tenemos licencia de cafetería, pero ya estamos haciendo trabajos para ampliar el local y mejorar sus condiciones, y con ello obtener una licencia de restaurante, y entonces podremos subir de categoría e incluso ofrecer hasta una carta de vinos».