Aquella generación —pioneros, milicianos y jóvenes de la UJC— creció con la idea de construir el “hombre nuevo”. Protagonizaron campañas de alfabetización, desfiles y mítines en nombre de una patria que parecía eterna. Más de seis décadas después, Cuba afronta un severo declive demográfico, una creciente emigración y una sensación generalizada de pérdida que también afecta a los que una vez creyeron cambiarlo todo.
Infancia movilizada: del aula al mitin
La socialización política de los menores fue una herramienta clave del relato revolucionario. Desde la Unión de Pioneros de Cuba hasta la Unión de Jóvenes Comunistas, se inculcó disciplina y participación desde la escuela, con marchas, uniformes y juramentos que convertían el aprendizaje en militancia.
La épica juvenil sirvió de pegamento social, pero también de molde que dejó poco espacio a la disidencia íntima
Aquellos niños crecieron entre canciones patrióticas y consignas de entrega total. Muchos recuerdan con cariño los logros educativos y sanitarios, pero admiten que la obediencia exigida desde la infancia les robó parte de la libertad para pensar por sí mismos.
La revolución envejece: menos nacimientos, más mayores
Cuba es hoy uno de los países más envejecidos de América Latina. Según los últimos datos de la Oficina Nacional de Estadísticas, el 25,7% de su población tiene más de 60 años. A la baja natalidad se suma una intensa emigración de jóvenes en busca de oportunidades, lo que acelera el desequilibrio generacional.
El envejecimiento acelerado ha convertido a la memoria de aquellos niños en patrimonio y en carga a la vez
La generación nacida en los años 50 vive ahora con pensiones modestas, escasez de medicamentos y cortes de electricidad que alteran la rutina diaria. Muchos han visto partir a sus hijos y nietos, quedando solos en barrios envejecidos donde la nostalgia se mezcla con la supervivencia.
Éxodo y desencanto: la biografía que se rompe
La crisis migratoria cubana alcanzó niveles récord: más de 850.000 personas han abandonado la isla desde 2022. Este éxodo afecta directamente a quienes en su juventud simbolizaban la continuidad del proyecto revolucionario. La ausencia de los jóvenes y el deterioro económico han provocado una sensación de orfandad social.
La memoria se convierte en una forma de resistencia frente al desgaste material y simbólico
Pese a todo, muchos de estos “niños de la Revolución” reivindican su dignidad: siguen participando en sus comunidades y preservan el recuerdo de un país que los formó. Su crítica no siempre es ruptura; a veces es un intento de rescatar los valores que aún consideran válidos.
Datos clave de la generación y del contexto demográfico
| Indicador | Dato | 
|---|---|
| Cohorte de referencia | Nacidos 1950–1959 (66–75 años) | 
| Población total (2024) | 9,75 millones | 
| Mayores de 60 años | 25,7% | 
| Nacimientos (2024) | 71.000 | 
| Salidas desde 2022 | Más de 850.000 personas | 
Qué queda de aquel juramento
Para esta generación, el balance se resume en tres verbos: recordar, cuidar y arreglar. Recordar sin idealizar, cuidar a quienes sostuvieron al país y arreglar lo que aún puede salvarse. Muchos de estos hombres y mujeres se sienten guardianes de una memoria que no quieren ver borrada.
La memoria de esa generación es una demanda de futuro más que una postal del pasado
Aun en medio del desgaste, conservan el orgullo de haber creído en un ideal colectivo. Su historia es también la de un país que envejece, se transforma y sigue buscando su lugar entre el mito y la realidad.
Los “niños de la Revolución” son hoy los testigos de una Cuba que cambió tanto como ellos. Su vida resume la evolución del proyecto socialista y los desafíos de un país donde la población envejece, los jóvenes emigran y la nostalgia se convierte en una forma de resistencia.
 
								 
															 
								 
								 
								


