Estudio de radio
La reciente difusión de una entrevista en el medio La Joven Cuba, en la que un reconocido artista cubano expresa sin cortapisas sus opiniones, ha provocado una oleada de comentarios y reacciones dentro y fuera del país. El momento, que podría parecer rutinario en otras latitudes, ha sido percibido como un evento excepcional y valiente en el contexto cubano, donde la prensa sigue atada a fuertes condicionamientos ideológicos.
El valor de la entrevista no reside únicamente en su contenido, sino en la naturaleza del medio que la publica y el contexto en el que se difunde. Mientras que en cualquier otro país con mínimos estándares de libertad de expresión esta pieza periodística sería parte del día a día, en Cuba supone una suerte de transgresión silenciosa, un intento de abrir grietas en un sistema mediático fuertemente controlado por el Estado.
La conversación entre el artista y la periodista pone sobre la mesa temas incómodos, pero urgentes. Lo destacable es que ambos protagonistas actúan con una serenidad profesional inusual, lo que ha sido interpretado como una señal esperanzadora de que algo empieza a cambiar en el ecosistema mediático de la isla.
Cada vez más voces reclaman que el periodismo en Cuba rompa con la autocensura y el discurso único
La reacción del público, en redes y foros, ha sido elocuente: el país necesita más espacios como este, donde el disenso no sea castigado, sino escuchado y publicado.
La entrevista ha vuelto a poner en el centro del debate una vieja aspiración: la necesidad de una prensa que no tema molestar al poder. El dilema de fondo no es solo político, sino profundamente social y profesional: ¿es posible ejercer el periodismo en Cuba sin rendir cuentas al aparato estatal?
Como en una receta agridulce, hay dos ingredientes que parecen imprescindibles para avanzar: por un lado, periodistas capaces de escuchar sin censurar, y por otro, interlocutores dispuestos a hablar con honestidad, incluso sabiendo los riesgos que eso implica.
En Cuba, la libertad de prensa no está prohibida en la ley, pero se asfixia en la práctica
La esperanza es que, con el tiempo, el sistema informativo cubano logre despojarse de falsos periodistas y aduladores que impiden el ejercicio libre y plural de la profesión. Para ello, será clave que quienes dirigen los medios estatales asuman sin temor que permitir la diversidad de opiniones no debilita al país, sino que lo fortalece.
Aunque aún resulta prematuro hablar de cambios profundos, lo cierto es que gestos como esta entrevista abren pequeñas fisuras en el monolítico discurso oficial. Son también recordatorios de que el público cubano está preparado para un debate más abierto y sincero, lejos de consignas y relatos maniqueos.
Es en esa dirección donde muchos cifran sus esperanzas: que algún día el periodismo en Cuba deje de ser un ejercicio condicionado por el miedo y se convierta en un oficio respetado, crítico y valiente. Mientras tanto, cada pieza como la publicada por La Joven Cuba sigue siendo una rareza que, quizás, augura un futuro distinto.
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