«Ya puedo dormir tranquila, porque ya tengo la pierna en la nevera». Con esa afirmación, que puede parecer un mensaje en clave para un extranjero, pero es bien clara para cualquier cubano, Flaviana, previsora como buena ama de casa, se quitó de encima la mitad de las preocupaciones sobre los preparativos de las celebraciones de navidad. «Ya puedo dormir tranquila, porque ya tengo la pierna en la nevera». Con esa afirmación, que puede parecer un mensaje en clave para un extranjero, pero es bien clara para cualquier cubano, Flaviana, previsora como buena ama de casa, se quitó de encima la mitad de las preocupaciones sobre los preparativos de las celebraciones de navidad.
«Compré la pierna de cerdo desde el 1 de diciembre y ya la tengo segura en el refrigerador, pero ahora ando buscando algo para la Noche buena, porque comer puerco los dos días cansa.
Y por eso, religiosamente, cada mañana da una vuelta por la pescadería, porque quiere pescar un pargo o una albacora, bien grande, «pero cada vez que voy solo hay camarones, carísimos, croquetas y filetes de claria, brrrrrrrrrrrr».
Para Carmen el tema es otro.
Los niños se antojaron de un árbol de navidad; ella tiene el dinero para comprarlo, «pero en las tiendas los que hay son tan chiquitos que se pierden encima de una mesita de noche, o tan grandes que si compro uno de esos tengo que dejar a mi suegra fuera de la casa», asegura con una carcajada.
Alberto, un gerente con billetera talla extra, anda detrás de cositas más sofisticadas, como los turrones y vinos españoles que, por cierto, todavía no se ven en las shoping del barrio.
Y en esas andan muchos por estos días, porque el tiempo apremia, el bolsillo también y hay que celebrarlo lo mejor que se pueda, aunque en enero haya que comer huevos y chícharos el mes entero.