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Díaz-Canel, encargado de despejar la incógnita sobre el futuro de Cuba

Miguel Díaz-Canel, presidente de Cuba

Miguel Díaz-Canel es ya oficialmente el nuevo presidente de Cuba. Carga sobre sus espaldas el legado revolucionario que durante seis décadas se encargaron de construir y apuntalar Fidel y Raúl. Ahora le corresponde decidir si transitará por el camino marcado o improvisará uno propio.

Miguel Díaz-Canel es ya oficialmente el nuevo presidente de Cuba. Carga sobre sus espaldas el legado revolucionario que durante seis décadas se encargaron de construir y apuntalar Fidel y Raúl. Ahora le corresponde decidir si transitará por el camino marcado o improvisará uno propio.

Más allá de su biografía oficial, que la prensa cubana se ha encargado de divulgar estos días, y en la que los nuevos diputados se tuvieron que basar tras apenas una hora de análisis sin poder abandonar sus escaños para decidir si le entregaban el bastón de mando, poco se sabe de Díaz-Canel.

Nacido el 20 de abril de 1960 en la provincia de Villa Clara como descendiente de inmigrantes asturianos, a los 22 años se licenció en Ingeniería Electrónica en la Universidad Central Martha Abreu, después pasó por el «servicio social» de las Fuerzas Armadas (la ‘mili’ cubana) y partió en «misión internacional» a Nicaragua como profesor universitario.

A su regreso a Cuba, en 1989, se incorporó a la Unión de Jóvenes Comunistas y desde entonces está ligado al Partido Comunista Cubano (PCC). Comenzó su carrera política en Villa Clara, donde se construyó la imagen de líder cercano por sus paseos en bicicleta vestido con ropa deportiva en pleno Periodo Especial, la peor depresión económica que ha sufrido el país.

También forjó allí su fama de líder comprometido con las causas sociales porque, mientras que en La Habana se detenía a los ‘rockeros’, Díaz-Canel, ya entonces primer secretario del PCC en su provincia natal, apoyaba públicamente El Mejunje, un club nocturno frecuentado por la comunidad LGTB. Incluso llevó a sus dos hijos pequeños a las actividades infantiles.

Díaz-Canel aprovechó la primera oportunidad que le dio la cúpula para destacar. El 20 de septiembre de 1997, en apenas unas horas, consiguió desplegar un imponente operativo para agasajar a Fidel, que en el último momento decidió visitar Villa Clara. Muchos dicen que fue en este preciso instante cuando se coló en la línea sucesoria de los Castro. ‘El Comandante’ le definió esos días como «un joven fruto de la Revolución».

En 2003, el PCC le requirió para el mismo cargo en la vecina provincia de Holguín y Díaz-Canel aceptó sin rechistar. A partir de ahí protagoniza un ascenso meteórico que le abre las puertas del Buró Político, el núcleo duro del PCC, y hasta del Gobierno, donde irrumpe como ministro de Educación Superior haciendo gala de sus años como profesor universitario.

Es en 2012 cuando se perfila como heredero de Raúl al convertirse en vicepresidente del Consejo de Ministros. Un año después consolida su posición al ser designado primer vicepresidente del Consejo de Estado, el órgano que acumula todo el Poder Ejecutivo en Cuba. Su coronación ha llegado finalmente el 19 abril, cuando ha desbancado a Raúl como mandamás del Consejo de Estado.

Perfil bajo

La falta de información sobre Díaz-Canel se debe principalmente a que se ha empeñado en mantener un perfil bajo durante estas décadas de silenciosa escalada en la jerarquía del PCC. Quizá porque fue testigo de cómo otros destacados ‘compañeros’, también señalados como potenciales herederos de los Castro, fueron purgados sin contemplaciones por cacarear sus opiniones políticas.

Solo ha empezado a despuntar en los últimos meses, cuando parecía claro que, dada la inminente partida de Raúl, era la única opción para reemplazarlo, y lo ha hecho siguiendo al pie de la letra el discurso oficial. «Yo no concibo las rupturas en nuestro país. Creo que ante todo tiene que haber continuidad», dijo tras votar junto a su mujer el pasado 26 de noviembre.

Las alarmas saltaron en agosto por un vídeo sobre una reunión interna celebrada meses antes en la que Díaz-Canel retrató a los ‘cuentapropistas’, los primeros emprendedores de Cuba, cuya existencia es posible gracias a las reformas económicas impulsadas en 2011 por Raúl, como «enemigos» de la Revolución y cargó contra la prensa por reproducir «los estereotipos probados de guerra cultural».

«Es de los más ortodoxos», comenta a Europa Press la socióloga cubana Marlene Azor. «Todas las señales que ha dado hasta ahora son de que va a dar continuidad a la línea dura», indica. «No parece que por el momento vaya a acelerar las reformas, sino todo lo contrario», añade Anna Ayuso, experta para América Latina del ‘think tank’ español CIDOB.

Otros, sin embargo, ven en estas declaraciones una maniobra de Díaz-Canel para calmar a la «generación histórica», que ha frenado la «actualización del modelo económico y social» puesta en marcha por Raúl porque teme que el fin de la era Castro signifique también el suyo.

Consciente del rechazo que genera entre los veteranos el más mínimo cambio, el propio Raúl ha defendido la «legitimidad» de Díaz-Canel, ya como ex presidente. «No es un improvisado», ha afirmado. «Su ascenso hacia la máxima responsabilidad no ha sido fruto del azar ni del apresuramiento», sino que «se pensó con serenidad» a la luz de su trayectoria, en la que ha demostrado «fidelidad hacia la Revolución», ha valorado.

Vigilado de cerca

En sus nuevas responsabilidades, Díaz-Canel estará vigilado por esta vieja guardia. Salvador Valdés, miembro del Buró Político del PCC que tiene 72 años, será el primer vicepresidente del Consejo de Estado y del Consejo de Ministros y Raúl se mantendrá como primer secretario del PCC hasta 2021, año en que se completará el traspaso de poder.

«Va a ser un títere», afirma Martha Beatriz Roque, ex presa política de la Primavera Negra. «Esto es un teatro y en la parte económica lo dirige el ex yerno de Raúl (Luis Alberto Rodríguez) y en la parte militar, el hijo (Alejandro Castro Espín). Da igual cuál sea la cara del títere», asegura a Europa Press.

Raúl ya le ha fijado el rumbo. Le ha dejado como tareas pendientes la reforma de la Constitución, que «no modificará el carácter irrevocable del socialismo»; eliminar la dualidad monetaria y cambiaria, que «continúa dando serios dolores de cabeza»; y «la implantación» del trabajo por cuenta propia y de las cooperativas no agropecuarias, para liberar al Estado de la carga que suponen las «actividades no estratégicas».

El menor de los Castro también le ha puesto fecha de caducidad: «Cuando cumpla sus dos mandatos (de cinco años cada uno), lo mismo que estamos haciendo con él, él tiene que hacerlo con su sustituto (…) para viabilizar el tránsito». Y «los órganos superiores del Estado y del partido serán los que tomarán la decisión final» de quién tomará el relevo. Hasta entonces, ha encargado al PCC «crear cantera».

A juzgar por sus primeras palabras como presidente, Díaz-Canel parece haber aceptado gustoso este reto. «Asumo la responsabilidad con la convicción de que todos los revolucionarios, desde cualquier trinchera, seremos fieles a Fidel y a Raúl», ha proclamado en su primer discurso. «La Revolución continúa su curso», ha sentenciado.

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