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Los restaurantes cubanos, síntoma de la dificultad de las reformas

El Gobierno cubano ha suspendido temporalmente la concesión de licencias para la apertura de nuevos restaurantes privados. Oficialmente, con el fin de intensificar los controles y endurecer la normativa ante las irregularidades que se producen en torno a estos negocios, según han informado las principales agencias internacionales. El Gobierno cubano ha suspendido temporalmente la concesión de licencias para la apertura de nuevos restaurantes privados. Oficialmente, con el fin de intensificar los controles y endurecer la normativa ante las irregularidades que se producen en torno a estos negocios, según han informado las principales agencias internacionales.

Sin embargo, la medida se enmarca en el contexto de una serie de retrocesos en las reformas, así como en el proceso de apertura económica de la Isla cuyo avance, si bien real, no está ausente de contradicciones y resistencias. Por ejemplo este año han regresado los controles de precios a productos agrícolas o al transporte.

Se trata también de una señal de que las autoridades cubanas no están dispuestas a perder el control sobre la economía ni a que los incipientes sectores privados adquieran demasiado peso. Y es que, desde que hace seis años, se facilitaron las pequeñas empresas los restaurantes han sido algunos de los negocios más florecientes gracias al auge del turismo.

De esta forma, las autoridades han paralizado también la concesión de nuevas licencias, también oficialmente para llevar a cabo inspecciones y, en función de ellas, cambiar la normativa para perseguir las ilegalidades. Según datos del Ministerio de Turismo, en la actualidad, son ya más de 1.700 los restaurantes particulares que funcionan en todo el país.

Pero con las nuevas medidas, los restaurantes estatales, que suelen ser de peor calidad, se verán beneficiados. Además, éstos tienen acceso a abastecerse a través del Estado, lo que supone mejores precios y acceso a una mayor gama de productos, y además no están sujetos a la restricción de 50 sillas de los privados, conocidos como «paladares».

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