El diálogo telefónico, breve y conciso, como para evitar incluso hasta un hipotético espionaje, fluye al mejor estilo de las películas de James Bond. TELA ROJA A 2,50 EL METRO
El diálogo telefónico, breve y conciso, como para evitar incluso hasta un hipotético espionaje, fluye al mejor estilo de las películas de James Bond.
“Hola Marta, ¿tu marido tiene tela roja para vender?”
“Sí”, es la lacónica respuesta al otro lado de la línea.
“¿A cuánto el metro?”
“A 2,50 la de seda y a 2 los recortes».
“Ok -concluye la interesada-, dentro de un ratico paso por allá” y cuelga.
Traducción sintética al castellano: ¿Tu marido está vendiendo carne de res? Sí, a 2,50 la libra de primera y a 2 la de segunda.
Ese es el lenguaje en clave que emplean amas de casa en Cuba para hacerse de un buen pedazo de carne de res. No siempre es igual, porque en vez de tela pueden utilizar otros sustantivos o términos más abstractos como “el asunto” o “aquello”, pero el tono siempre es el mismo.
El misterio obedece a que, aunque Cuba no es la India, el sacrificio y comercialización del alimenticio cuadrúpedo está -ya nadie se explica cómo y por qué- contundentemente penalizado por una legislación o tal vez un decreto ministerial perdido a estas alturas en algún viejo archivo.
Tal ley, si es que existe en definitiva, resulta no obstante un poco “elástica”, porque en CUC sí se puede comprar en las principales shoping de La Habana, mucho más cara por cierto, y en los restaurantes también se vende, o en las carnicerías estatales en pequeñas cuotas para dietas especiales y a precio de ganga. Pero a una simple ama de casa le resulta casi imposible llevarla a la mesa, a no ser que tenga suficiente dinero y además acuda al lenguaje en clave.
Quizá esa sea una de las principales causas de que en un país donde la carne de res, la leche y los lácteos en general escasean, ocurran cosas como lo revelado por el diario Juventud Rebelde, según el cual, de los potreros de la central provincia de Villa Clara “desaparecieron 6.934 cabezas de ganado vacuno sin que dejaran rastros visibles”.
El rotativo advierte que “el descubrimiento, calificado de preliminar, es el resultado de un conteo realizado este mes en cooperativas de producción agropecuaria y en el sector estatal” y lo achaca a la falta de un adecuado y oportuno control estadístico en esas entidades y solo al final señala que “tampoco descartan que, quizá, muchos vacunos engrosaran el capítulo del hurto y sacrificio ilegal”.
Carmen Julia, la James Bond ama de casa, sacó, en cambio, sus propias y sencillas conclusiones: “Que acaben de eliminar esa prohibición absurda a la venta de carne de vaca y tú verás que se pierden menos o hasta aparecen donde no hay”.