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La Habana se resiste a desvelar aspectos clave de sus planes económicos

En 15 días...

Todavía no están muy claros para casi nadie algunos elementos vitales del plan de impulso de la actividad privada que parece defender el actual Gobierno cubano. Todavía no están muy claros para casi nadie algunos elementos vitales del plan de impulso de la actividad privada que parece defender el actual Gobierno cubano. Las autoridades, por ejemplo, no se han molestado en explicar como van a instrumentar aspectos como el transporte o los suministros necesarios para que esa posible producción aportada por los nuevos ‘cuentapropistas’ llegue a los mercados y haga posible la consolidación de un sector privado de pequeñas empresas. Sin embargo, lo que sí se sabe con todo lujo de detalles es el contenido de una nutrida batería de medidas fiscales, que parece pensada para desanimar a cualquiera que tuviera proyectado convertirse en miembro del batallón de nuevos emprendedores, que necesita la economía cubana. Con tantos impuestos será difícil conseguir rápidas incorporaciones a esa fuerza de choque y, supuestamente estratégica, para asegurar el futuro del tejido productivo de la Isla.

En paralelo, se vienen produciendo de modo periódico anuncios que llevan de un lado a otro el debate sin solución de continuidad. Hace unas semanas, la discusión parecía concentrada en los 500.000 empleados públicos que van a quedarse en el paro. Tanto sobre su identidad, como sobre sus posibilidades reales de empezar a trabajar por su cuenta o como empleados de otros. Ahora, en cambio, de lo que se habla es de los ingresos fiscales, hasta 1.000 millones de dólares al año han llegado a publicarse en medios paraoficiales, que el estado cubano espera conseguir de esta nueva clase de cuentapropistas que está por llegar. Y así suma y sigue.

De hecho, en los últimos días, lo más sorprendente que se ha producido de verdad en la mayor de las Antillas es la foto de Raúl Castro en la inauguración del seminario católico de San Carlos. Ahí sí que puede percibirse un cambio radical de imagen, aunque quizá no sea tan profundo como aparenta, en la actitud que mantienen algunos responsables del Gobierno cubano con respecto a los asuntos de índole religiosa. Y, por cierto, sobre este asunto, este compañero Fidel de ahora, no parece haber tenido nada que decir, ni que escribir.

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