Casi con la misma fe de los griegos ante el oráculo de Delfos, los cubanos se remiten por estos días al Instituto de Meteorología (IMC) para conocer lo que depara la temporada ciclónica, que podría afectarlos durante casi todo lo que resta del año, del 1 de junio al 30 de noviembre y tal vez más allá. Casi con la misma fe de los griegos ante el oráculo de Delfos, los cubanos se remiten por estos días al Instituto de Meteorología (IMC) para conocer lo que depara la temporada ciclónica, que podría afectarlos durante casi todo lo que resta del año, del 1 de junio al 30 de noviembre y tal vez más allá.
Para el 2016 el IMC augura una temporada “de normal a activa”, con pocas probabilidades de que un huracán azote al país, lo cual no lo libra de las depresiones o tormentas tropicales, que son más abundantes.
Los cubanos se preguntan cómo los especialistas “logran adivinar” hasta la cantidad de ciclones –prevén 12 en el Atlántico Norte, y de ellos siete pudieran alcanzar la categoría de huracán- y ya tienen hasta nombre: Alex el primero, pero los meteorólogos advierten que las cosas pueden cambiar según se comporten los fenómenos de El Niño, que va en decadencia, y La Niña, que puede surgir a partir de julio.
En la calle, mientras tanto, unos cruzan los dedos y dicen “sola vaya” a los ciclones, aunque los más perjudicados por la sequía que afecta al país de una punta a la otra admiten que un ciclón fuerte “pondría las cosas peor de lo que están, pero un ‘vientecito platanero’ no vendría mal, porque siempre dejan mucha agua, y esa hace falta”.
