Política

Cuba y la necesidad de un diálogo que hermane a todos

En los últimos años, la palabra «diálogo» ha estado presente en el candelero socio-político cubano, tanto en boca de seguidores como de detractores, solo que con miradas y enfoques diferentes respecto a qué temas deben abordarse desde el intercambio entre gobernantes y gobernados.

Desde que el actual presidente cubano Miguel Díaz-Canel asumió el poder en la isla en abril de 2018, buscó un acercamiento directo con el pueblo, en contactos barrio a barrio, tocando con las manos los principales problemas que aquejan a la población.

De la misma manera, estableció -aunque no todo lo eficiente que debía ser- políticas de comunicación social que permiten visibilizar la gestión gubernamental a través de ministerios e instituciones, que hasta ese momento estaba alejadas de la gente.

A su vez, instó a sus ministros y principales dirigentes, a volcarse a las calles, acercarse al pueblo, escuchar las quejas de los afectados y dar una dinámica diferente a como estaba acostumbrada la gente en las últimas seis décadas.

En las últimas semanas y después de los disturbios que sacudieron varios puntos de la geografía cubana el pasado 11 de julio, el presidente Díaz-Canel ha sostenido encuentros con miembros del Consejo de Iglesias de Cuba, con representantes de medios de prensa, con agricultores, científicos, trabajadores del sistema público de salud, estudiantes universitarios, entre otros grupos.

El denominador común de estos encuentros ha sido escuchar los reclamos de estos sectores, intercambiar experiencias y sobre todo, sacar conclusiones de los aportes que pueda hacer cada uno de ellos para enrumbar la vida de la isla por mejores derroteros.

También se ha visto al mandatario y a algunos de los miembros de su Gobierno «zambullirse» en los barrios marginales, en las periferias de las principales ciudades y en lugares donde muchas veces los reclamos no tienen rutas para llegar a ser escuchadas.

¿DIÁLOGO O CHANTAJE POLÌTICO?

Más allá de estos encuentros entre pueblo y dirigentes, hay otros reclamos de diálogos que no se han recibido con el mismo entusiasmo, y que provienen de grupos y personas, desde dentro y fuera del país, que adversan a la Revolución cubana y buscan establecer exigencias, aun antes de sentarse a la mesa de conversaciones.

De ahí que el pasado 5 de diciembre, a raíz de los sucesos ocurridos en el barrio de San Isidro, en la zona capitalina de La Habana Vieja, y frente a la sede del Ministerio de Cultura, ambos en noviembre del año 2020, el presidente cubano dejara bien claro en un mensaje divulgado en Twitter que «Diálogo sí, pero sin condiciones o chantajes».

La huelga de hambre realizada en un barrio habanero y organizada por el Movimiento San Isidro (MSI), una organización de escasos miembros y no reconocida legalmente, exigía al Gobierno «dialogar» desde su perspectiva, pero desde posiciones de fuerza, para lograr la liberación de uno de sus miembros, encarcelado por ofender de palabras a un oficial de policía.

A este argumento se le incluyeron otras polémicas líneas de discusión que incluían derechos humanos, libertad de expresión y de organización, en armonía con las matrices pre-establecidas desde grupos opositores en el extranjero.

El clímax de este suceso, que terminó con la intervención policial por incumplimiento de las medidas sanitarias establecidas por la pandemia del covid-19, tuvo su momento frente a la sede del Ministerio de Cultura de la isla, el 27 de noviembre de 2020, cuando volvió a sonar la palabra «diálogo», y que fue aceptada por el Gobierno en un primer momento.

La politización del reclamo, la intervención de grupos ajenos a los jóvenes artistas e intelectuales reclamantes, y -.de nuevo- las posiciones de fuerza, provocaron la ruptura de toda comunicación.

La duda que subyace –porque no se ha hecho pública- es cuáles son los temas a debatir, cuando a estos anteceden claros propósitos y abiertas expresiones de derrocar al Gobierno, subvertir el orden y lograr «una Cuba mejor», aun cuando no se explica cómo.

NECESIDAD DEL DIÁLOGO

De lo que no quedan dudas es que Cuba sigue necesitando del diálogo interno, donde participen todas las partes en condiciones de aportar ideas y experiencias; y de los que viven lejos del país, pero que siguen sintiendo como suyo al terruño natal, que merece crecer y avanzar con prosperidad, lejos de cualquier odio, resentimiento y egoísmos.

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C.E.

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