A BEBER CERVEZA

Radio Bemba

Casi en la misma medida en que avanzan las obras del superpuerto de Mariel, parece ocurrir el desmantelamiento de los vetustos almacenes y otras instalaciones del puerto de La Habana, para convertir la rada en una amplia zona turística, aprovechando las viejas edificaciones que tengan algún valor arquitectónico o histórico y sean reutilizables. Casi en la misma medida en que avanzan las obras del superpuerto de Mariel, parece ocurrir el desmantelamiento de los vetustos almacenes y otras instalaciones del puerto de La Habana, para convertir la rada en una amplia zona turística, aprovechando las viejas edificaciones que tengan algún valor arquitectónico o histórico y sean reutilizables.

Así ocurre con lo que una vez fuera el Almacén de la Madera y el Tabaco, frente a la pintoresca Iglesia de Paula, donde termina o comienza, según en qué dirección usted transite, la Alameda de Paula, adonde acudían los habitantes de la ciudad en los primeros siglos de su fundación a tomar la brisa marina por las tardes.

El edificio se convertirá en una fábrica de cerveza con un proceso de fabricación artesanal, similar a la que se expende en la Casa de la Cerveza de La Plaza Vieja, y forma parte de las obras de rehabilitación del puerto que lleva adelante la Oficina del Historiador de la Ciudad.

Después de tres años de ejecución y a punto de ser inaugurada, la cervecera, como la califican simplemente quienes llevan a cabo el proyecto, se integra al amplio programa de incorporación de esta zona dentro del sistema de espacios públicos del borde marítimo y marca en sí misma el punto de partida para propósitos futuros en el área, convertida en espacio para la recreación de turistas y cubanos, con capacidad para 400 comensales.

Entre los atractivos que brindará este establecimiento, ubicado en una plataforma sobre el mar, el público podrá disfrutar del proceso de producción de la bebida, en un ambiente caracterizado por la vista hacia la bahía, con una taberna en la cual mitigar los calores el trópico con la cerveza “hecha en casa”, y visitar el almacén, otro de los ejes temáticos con un propósito eminente instructivo, donde los diseñadores han logrado combinar el minimalismo moderno, con la rusticidad y las maderas envejecidas del secular edificio que dispondrá de un área comercial de 2800 metros cuadrados.

Pero la fábrica de cerveza es solo un botón de muestra de las transformaciones que ya ocurren en la rada habanera, que como puerto comercial ya hace tiempo llegó al tope, imposibilitado de recibir barcos cada vez más grandes, debido a su estrecho canal de entrada, bajo el cual pasa el Túnel de La Habana, lo que impide dragar en busca de mayor calado.

La rehabilitación, según las autoridades de la Oficina del Historiador, se concentra por ahora en la avenida Del Puerto, en la franja de varios kilómetros que va desde el Muelle de Caballería hasta los Almacenes San José.

En tal sentido se prevé además el restablecimiento del Emboque de Luz como punto de atraque y estación de pasajeros para las lanchas que comunican a La Habana con otros puntos de la bahía, como las localidades de Casablanca, Regla o Guanabacoa.

El Emboque de Luz es una nave de dos pisos, con estructura de hierro, levantada en 1909 y que cinco años más tarde comenzó a dar servicio, -hasta 1960- a un ferry procedente de Cayo Hueso, Estados Unidos.

El proyecto también incluye la segunda fase de los Almacenes San José, instalación que ahora es sede del principal mercado de artesanías de la ciudad, y en cuya segunda planta se construyen un centro comercial y un teatro.

En tanto, en la antigua edificación de la Aduana, frente a la plaza de San Francisco de Asís, se proyecta recuperar ese inmueble para devolverle su aspecto original y construir en el interior un estacionamiento de dos niveles para unos 400 automóviles, además de un centro comercial en la planta superior.

Pero sin dudas lo más importante para el bienestar de todos los habaneros, son los trabajos de descontaminación de la bahía, que se iniciaron con mayor fuerza en 2006, pero que avanzaban ya desde 1998 con lentitud y persistencia, y que han conllevado el cierre de varios vertederos, la instalación de una planta de tratamiento de aguas en el río Luyanó y un más que evidente mejoramiento del ambiente.

Esto último se aprecia a simple vista. Allí se respira olor a mar y no a alquitrán, como hace algunos años; todavía flotan sobre las aguas muchos desperdicios, lanzados sobre todo por indolentes, pero han ido desapareciendo las grandes manchas de petróleo que cubrían la superficie; las gaviotas y los pelícanos han vuelto a sobrevolar en bandadas la rada, lo que evidencia el regreso de los peces a sus aguas antes muertas y ahora nuevamente oxigenadas, y hasta algunos pescadores de orilla se animan a lanzar sus anzuelos.

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