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CON EL TIEMPO Y UN GANCHITO

Radio Bemba

«Pronto en este país todo serán cooperativas, ustedes verán». Asimismo le dijo el Tío, como todos los vecinos conocen al vendedor más viejo del mercado agropecuario de Lagueruela, en la Víbora, al grupo de clientes que se agrupaban ante su mostrador, bastante bien surtido de vegetales y frutas, para hacer las compras habituales. «Pronto en este país todo serán cooperativas, ustedes verán». Asimismo le dijo el Tío, como todos los vecinos conocen al vendedor más viejo del mercado agropecuario de Lagueruela, en la Víbora, al grupo de clientes que se agrupaban ante su mostrador, bastante bien surtido de vegetales y frutas, para hacer las compras habituales.

Hasta el otro día, como quien dice, el mercado, estatal, estaba mosqueado, con solo unas cuantas viandas de mala calidad en sus anaqueles, y los empleados haciendo cuentos de tarima a tarima o jugando dominó en un rincón del establecimiento, matando el tiempo hasta que llegara la hora de cerrar.

Pero de buenas a primeras todo cambió y el lugar abrió sus puertas con una oferta poco común por la variedad y calidad de sus productos, una agilidad también inusual en los empleados, en un ambiente como de feria, con música a todo volumen -eso en Cuba no puede faltar-, y hasta cadenetas colgadas de punta a punta, como en una fiesta de cumpleaños.

No es que ocurriera el milagro, sino que sencillamente el mercado estatal se convirtió en una cooperativa como otros muchos de la capital, que desde el 1 de julio abrieron bajo esa nueva forma de gestión.

El Tío, un poco cascarrabias pero siempre servicial, fue elegido presidente de la cooperativa por el resto de los socios, unos veinte, y haciendo gala de su nueva autoridad, le brindaba con lujo de detalles los pormenores de los cambios a la clientela interesada en enterarse de la última.

«Ahora todos somos socios y ganamos por lo que vendemos, no tenemos que esperar a que el Estado nos mande la mercancía, sino zapatearla nosotros mismos, con la mejor calidad y a buen precios, porque si no, la cosa no camina» asegura con aires de autoridad.

«¿No será que escobita nueva barre bien?» le preguntó un cliente con tono de escepticismo.

«Esta escobita tiene siempre que barrer bien, porque si no barre nosotros no ganamos».

Más claro ni el agua.

Aunque con algún que otro pero por medio, en realidad todos parecen apoyar la nueva medida, tanto los que venden como los que compran. Es cierto que los precios son más altos que antes, pues se rigen salvo excepciones (arroz, chícharos y papas) por la oferta y la demanda, pero es preferible, dicen muchos, que los productos, aunque un poco más caros, estén ahí, a que sean a precios subsidiados y no se encuentren. Lo ideal sería ambas cosas, pero del lobo un pelo. Los vendedores, por su lado, dicen que a pesar de los impuestos que deben tributar el negocio les puede dar buenas ganancias y se sienten -frase textual del Tío aprendida seguro a la carrera en alguna reunión previa-, «con más sentido de pertenencia». E insiste en que «aquí dentro de un tiempo todo van a ser cooperativas, menos la electricidad, el agua, el níquel y esas cosas grandes»… Porque el caso es que fuera de la agricultura, donde existe una gran cantidad de cooperativas desde el mismo principio de la Revolución encabezada por Fidel Castro, solo ahora se abrió el banderín para la creación de esas estructuras en otros sectores, algo inexplicable para muchos en un país comunista donde se supone que esa es una forma de propiedad inherente a ese sistema…

«Veremos – le advierte al Tío Herminia, otra que, aunque satisfecha con el surtido de vegetales, asegura todavía no muy convencida: «Vamos a ver, con el tiempo y un ganchito».

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