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HISTORIAS DE PERROS

Radio Bemba

El cubano por lo general es un fiel amante de las mascotas, en especial de los perros y los gatos, que para muchos no constituyen un sucedáneo contra la soledad existencial, sino que forman parte de la familia aunque en la casa convivan abuelos, padres, hijos, nietos y viznietos, como ocurre con frecuencia ante la carencia de viviendas. El cubano por lo general es un fiel amante de las mascotas, en especial de los perros y los gatos, que para muchos no constituyen un sucedáneo contra la soledad existencial, sino que forman parte de la familia aunque en la casa convivan abuelos, padres, hijos, nietos y viznietos, como ocurre con frecuencia ante la carencia de viviendas.

Tanto es así que cuando a principios de los años 60 se implantó la libreta de abastecimientos, hubo quienes intentaron -infructuosamente por supuesto-, inscribir en la famosa cartilla a Motica como un miembro más del núcleo familiar.

Con las carencias del Período Especial, muchos, contra su voluntad, optaron por expulsar de casa al animalito ante la imposibilidad de alimentarlo, aunque otros tantos decidieron apretarse el cinturón y compartir lo poco que había para comer.

Hoy la mayoría vive encantada lo mismo con tener en su casa un perro sato que un ejemplar de concurso, pero a algunos les ha dado por ostentar a sus mascotas como símbolo de emergente riqueza.

Por eso la plebe se conforma con tener un «sato», y si poseen uno de raza es porque un amigo se lo regaló. Otros, más pretenciosos, se agencian un salchicha o un puddle por 5.00 CUC o un poco más; pero de ahí en adelante los precios suben y suben, y en esta isla donde todos se lamentan de que no hay dinero, no son pocas las casas con hermosos ejemplares de pastor alemán, dóberman, gran danés, dálmata, shar pei y hasta los elegantes pastores afganos, de los cuales un cachorrito fácilmente vale 300.00 CUC, o la estrella de moda, el husky siberiano, aunque estos últimos, infelices, tengan que sudar la gota gorda con el tórrido sol del Caribe.

En este tema no faltan los avispados que han visto en la aristocracia perruna una forma más de buscarse unos pesos extra y han echado cuentas de cuánto pueden ganar convirtiendo a sus hembras de raza en una fábrica de perritos, aunque a algunos les escapa el tiro por la culata.

Así le ocurrió a un vecino cuya hermosa «salchicha» perdió la virginidad con un horrible «chino» callejero y en vez de vender los cachorros casi tuvo que pagar para que se los aceptaran regalados.

Y peor aun el caso de Anita y Mario, una pareja que sacó sus cuentas bien sacadas y compraron una preciosa chou chou color champán, pero la bella les salió lesbiana y no hay macho que se le aproxime.

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