Lo que Cuba dice, o no dice

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Muchos afirman, incluso hasta algún que otro poeta en sus estrofas, que el noticiero de televisión es el único lugar de Cuba donde todo está resuelto. Muchos afirman, incluso hasta algún que otro poeta en sus estrofas, que el noticiero de televisión es el único lugar de Cuba donde todo está resuelto.

Con esa convicción, la mayoría se sienta ante el televisor a ver los espacios informativos, a los que le prestan la mayor atención cuando ponen el pronóstico del Instituto de Meteorología, la sección de deportes y las noticias internacionales, y predispuestos para lanzar una andanada de críticas a los reportajes que dan cuenta de sobrecumplimientos en la agricultura, la terminación de obras constructivas y lo bien que marcha todo en cualquier campo de la vida social y económica del país.

Quizá esa imagen que califican de fantástica y a veces hasta risible, es la que, por contraste, motiva a los seguidores del Noticiero Nacional de Televisión a ver cada martes la sección Cuba Dice, que los transporta por breves minuto al mundo real.

El interés por Cuba Dice se refleja en los comentarios de Radio bemba al siguiente día en la calle, la casa, la fábrica o la oficina, casi siempre con un comienzo peculiar: “¿Viste lo que dice Cuba dice?”.

Y casi siempre los comentarios se inclinan por el reconocimiento a las opiniones de los ciudadanos o de los pocos funcionarios que ponen la cara ante las cámaras para brindar alguna explicación a las críticas e inquietudes de la gente.

Pero en las últimas semanas los reporteros de Cuba Dice parecen haber salido a la calle con mal pie, al tratar en uno de los programas, el sensible tema de los altos precios que han alcanzado los alimentos en los mercados agropecuarios.

En el abordaje del asunto toda la culpa fue a caer en los intermediarios como responsables de la desbandada que han tenido los costos de algunos productos.

Los periodistas, al parecer, partieron del presupuesto de que la producción de alimentos se incrementó en 18% con respecto al año anterior, y ello, según la ley de oferta y demanda debería incidir en una reducción de precios.

Pero de eso nada, y como de refilón, los televidentes conocieron además de que por falta de gestión de las empresas comercializadoras, toneladas de productos agrícolas se pudren en el surco, que los intermediarios más inescrupulosos especulan con la escasez ocultando cosechas para obligar a que suban los precios y entonces sacarlas al mercado, y que el Estado, a todas estas, parece lavarse las manos como Pilatos.

“Es como para arrancarle la cabeza a unos cuantos”, fue el criterio de Calixto, un jubilado que debe hacer maromas cada mes para llegar al próximo cobro de su pensión.

“¿Y dónde están los ministros y viceministros de la Agricultura para responder a ese despelote?” fue la inquietud de su esposa, Ana.

En el siguiente programa, otro tema más que sensible, la situación del empleo en el país, con la conclusión de que la mayoría no trabaja porque no quiere, o porque aspira a laborar en puestos ‘cómodos’ como alguna firma extranjera, sin hacer mención a los problemas que presenta este asunto en el país, reconocidos por las máximas autoridades, en medio de una política encaminada a ‘desinflar’ plantillas en los organismos de la administración central del Estado, o el cierre de industrias obsoletas e improductivas.

Como gota que colmó el vaso, una directora del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, por cierto, la única funcionaria con suficiente información para decir algo convincente, alegó que “aunque se dice que solo hay trabajo en la construcción y la agricultura, eso es falso, porque hay posibilidades de empleo en todos los sectores”.

“¿Qué cosa? ¿Esa mujer está loca?” fue la exclamación de Camilo, un excontador de un ministerio que quedó fuera del trabajo hace un año y que ahora se busca sus pesos llevando los libros de varios negocios privados.

“Que vaya a hacerle ese cuento a todos los que se quedaron sin trabajo en mi organismo y ahora andan inventando por ahí. La linchan. Yo no, porque a mí casi que me hicieron un favor, porque antes ganaba 400 pesos y ahora eso es lo que me paga cada uno de los negocios que atiendo”.

Para muchos, a pesar de estos últimos deslices, Cuba Dice tiene la virtud de colocar en las pantallas de todo el país las opiniones de la gente de a pie, y, como asegura Enilda, una ama de casa, «eso puede verlo todo el mundo, hasta los ministros. Que no respondan es otra cosa».

Porque para muchos el punto débil de Cuba Dice está en lo que Cuba No Dice, es decir la falta de respuestas de los dirigentes de organismos y empresas que son puestos en la picota por la población, y que no aparecen por ningún lado, ni en el programa donde son señalados, ni en otros posteriores.

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