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MARITSA SE NOS VA

Radio Bemba

«¿Te enteraste? Maritsa se nos va». Así, escuetamente, le comentó Carmela a su vecina Pilar sobre la posibilidad más que segura que dentro de poco dejen de ver por un buen tiempo a Maritsa, la enfermera que desde hace bastantes años trabaja en el consultorio médico de la cuadra y con buen hacer y mucha amabilidad se ha convertido casi en un miembro más de cada una de las familias del vecindario. «¿Te enteraste? Maritsa se nos va».

Así, escuetamente, le comentó Carmela a su vecina Pilar sobre la posibilidad más que segura que dentro de poco dejen de ver por un buen tiempo a Maritsa, la enfermera que desde hace bastantes años trabaja en el consultorio médico de la cuadra y con buen hacer y mucha amabilidad se ha convertido casi en un miembro más de cada una de las familias del vecindario.

Como «enfermera de la familia», Maritsa trabaja en el puesto médico, pero también vive en la misma cuadra, así que mañana, tarde y noche está al alcance de los necesitados, en especial de los viejitos que llaman para que vaya a verlos a la casa, para ellos no tener que ir a la consulta, y de pasó les lleve a la doctora, para que los atienda.

Licenciada en enfermería y especializada como enfermera intensivista, es de esas personas que ama su profesión más allá de sacrificios y de retribuciones materiales buenas o no. Ya no es tan joven, pero al fin se decidió por una idea que venía dándole vueltas en la cabeza desde hace años.

Y un buen día llegó al policlínico y se lo anunció a sus compañeras de atención primaria: «Me voy a cumplir misión en el exterior».

Eso tiene sus desventajas, sobre todo porque comprende alejarse de sus familiares y amigos durante un buen tiempo, dos años por lo menos, «pero yo no tengo ni perrito ni gatico, y mi hijo Reinier ya es un zángano que está en la universidad y mi marido sabe arreglárselas él solo» dice entre risas cuando sus vecinos le preguntan por qué los «abandona» y quién vendrá en su lugar. «Pero además, me voy a buscar unos cuantos pesitos porque buena falta nos hacen». Porque mientras esté en el extranjero, su familia en Cuba continuará recibiendo su salario completo, pero además ella ganará unos 500 dólares mensuales (quizás más según el país a donde la envíen) mientras otro porcentaje irá a parar a una cuenta en un banco cubano a la cual tendrá acceso a su regreso.

Por lo pronto ya dejó de asistir al consultorio, pero buena parte del horario que antes dedicaba al trabajo ahora lo invierte en un curso de actualización de conocimientos en su especialidad, de alrededor de un mes, pues según dice, «estar al día es uno de los requisitos que están pidiendo para trabajar afuera», aunque las condiciones que deben reunir los candidatos a cumplir misión varían de un país a otro.

«Por suerte no entro en la lista de los que van para Brasil, porque para allá solo solicitan médicos, pero tienen que estudiar portugués en un curso intensivo y eso de los idiomas a mí no me entra bien, así que posiblemente me vaya para Venezuela, aunque allí las cosas no andan muy bien, o que mejor sea para Bolivia o Ecuador donde no hay tantos problemas y a los cubanos los quieren más» advierte.

Sobre esto último se han escrito unas cuantas leyendas. Se dice que en Brasil los cubanos no son bien vistos y que algunos gremios profesionales de ese país han puesto el grito en el cielo porque los médicos «importados» les quitan su sustento. Sin embargo, los cubanos, lo mismo en Brasil que en otras naciones, casi siempre son ubicados en los lugares donde la atención sanitaria brilla por su ausencia, porque a los nativos no se les ha perdido nada en las selvas o en los barrios marginales de las grandes ciudades, donde para ejercer la medicina hay que ser algo así como la madre Teresa de Calcuta, porque no da ganancia alguna.

En Venezuela tampoco son bien vistos en los barrios de clase media para arriba, pues allí no los necesitan, pero ellos caminan «como Pedro por su casa» en los cerros de Caracas, donde prevalecen la pobreza y la delincuencia, sencillamente porque no andan mirando si quien acude a su consulta es una persona agredida o el agresor. «Yo atiendo a las personas, lo demás es un asunto de la policía, y así nunca hemos tenido problemas mis compañeros y yo» asegura Iliana, una doctora que ya va por su segunda misión, primero en un pueblito perdido de los Llanos venezolanos y luego en la mismísima Caracas.

También hay quienes aprovechan el viaje al extranjero para dar el salto y «desertar», pero tampoco son tantos como se dice, porque la fortuna no siempre sonríe a quienes la buscan y unos cuantos se las han visto negras para revalidar sus títulos y han terminado trabajando en cualquier otra cosa».

En Cuba, la leyenda es otra. Muchos aseguran que falta personal en las instituciones de salud, pero según datos de la Organización Mundial de la Salud, en un país que cuenta con 586 000 profesionales en ese sector tal sangría poco representa y, si se les restan los que marchan al extranjero todavía la isla sigue siendo una de las naciones del mundo con mayor cantidad de médicos y enfermeras por cada mil habitantes.

Pero se sienten las ausencias, pues el parecer tal carestía es consecuencia de deficiencias organizativas, como ha dicho recientemente el ministro de Salud Pública, Roberto Morales, quien declaró a la prensa que no hay justificación para que existan deficiencias en el sistema sanitario, si bien advirtió que «cuestiones relacionadas con la limpieza, elaboración de alimentos, disciplina de los trabajadores y disponibilidad de la ropa de cama empañan muchas veces la labor del personal médico».

Pero el caso es que como la doctora Iliana o la enfermera Maritsa, entre médicos, enfermeras y técnicos, alrededor de unos 50 000 cubanos ya trabajan en 66 países, sobre todo en América Latina, pero también en África y el Medio Oriente, o aún más lejos, como cuando ocurrió el terremoto en Pakistán hace unos años, y un contingente de desplegó sus servicios durante meses en las más difíciles condiciones en aquel país.

Por la venta de esos servicios, el país recibe una buena tajada, unos 8.200 millones de dólares este año, con lo cual han pasado a ser la primera fuente de divisas en el presente, por encima del turismo, las remesas de los emigrados o las exportaciones de níquel y, por consiguiente, constituyen un significativo aporte a la economía del país.

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