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NAVIDAD, NAVIDAD

Radio Bemba

Lentamente, van apareciendo en las tiendas las «cositas» de Navidad, y los cubanos, como todo el mundo, preparando el bolsillo para enfrentar la celebración «a como toque». Lentamente, van apareciendo en las tiendas las «cositas» de Navidad, y los cubanos, como todo el mundo, preparando el bolsillo para enfrentar la celebración «a como toque».

El que puede, puede, así que habrá quienes preparen una «comelata» para el 24 de diciembre y otra para el 31. Por esos días el aroma del lechón asado, congrí y yuca con mojo se esparce por todos los barrios sin distinción, pero sin dudas los más afortunados serán los que reciban a los parientes de «afuera», que en estas fechas aterrizan por miles en la isla, y podrán tirar la casa por la ventana añadiendo al banquete tradicional vinos, sidra, turrones españoles, manzanas y uvas comprados en las shoping, y hasta nueces y avellanas traídas «de allá», porque esos frutos secos en la Cuba de hoy son cosa rara.

Los que no tienen para tanto, pues no perderán tampoco la oportunidad de pasarla bien, y sustituirán los turrones de Gijón y Alicante por los sucedáneos a base de maní hechos por los cuentapropistas, las sidras y el vino, por la cerveza y el ron, y en lugar de avellanas y nueces, pues mariquitas (plátano verde frito en finas rodajas) y chicharrones de cerdo.

La cuestión, a fin de cuentas, es pasarla bien, y para guarachear los cubanos tienen el uno.

La tradición de usar algo rojo por esos días nunca prendió en la isla, donde ese color se relaciona más con Changó, el dios africano de los truenos y la guerra, aunque casi todo el mundo busca la manera de estrenar alguna ropita para las fiestas.

Por supuesto, cada vez son más las familias que ponen su arbolito, en lo cual el tamaño, la calidad de los adornos y la cantidad de bombillas de colores da la medida exacta de las posibilidades de cada quien, y como en el país la mayoría vive con limitaciones materiales, contrastan los grandes árboles que se montan en los hoteles, con los más pequeños, casi minúsculos, que abundan en las tiendas.

Y así, se va creando el buen ambiente y vienen los saludos a todo el mundo, los deseos de un «próspero año nuevo» y hasta la felicitación para el chofer de la guagua que el día anterior nos dejó plantados en la parada.

También se ven más juguetes y con ello el Día de Reyes ha resurgido como el ave fénix después de años en los cuales estuvo a punto de quedar totalmente en el olvido, pues durante el Período Especial conseguir un regalo era más difícil que encontrar agua en el Sahara, y además porque, a estas alturas, los niños saben desde que nacen que los juguetes no los traen Melchor, Gaspar y Baltasar como premio por portarse bien, sino que los compran mami y papi aunque haya malas notas en la escuela y perretas todos los días.

En esto también la Cuba igualitaria pasó a la historia, pues algunos muchachos tienen que conformarse con la pistolita o la Barbie china de «todo por un dólar», mientras que otros piden, y reciben, hasta un equipo de música «de los buenos» si se les antoja.

¡Ah!, el roscón de reyes tampoco es ni fue nunca tradición en este país donde el 6 de enero es sencillamente la fecha para sacar para la calle los juguetes nuevos y a jugar se ha dicho.

Y algo llamativo en un país donde la iglesia y el gobierno estuvieron en bronca durante mucho tiempo y las navidades casi se suspendieron por decreto: Para los cubanos, sin discusión, estas fiestas siguen relacionándose con la celebración católica, y por eso el Nacimiento del niño Jesús y la leyenda de los Reyes Magos nunca perdieron su protagonismo ante el barrigón Santa Clauss (Santiclós se pronuncia en «cubano») llegado de Estados Unidos con su traje rojo, sus nieves y su trineo, y mucho menos con Papá Noel (idéntico al otro pero hablando ruso) que nunca ha pasado más allá de las puertas de la embajada rusa en La Ha­bana.

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