Ya es una tradición. Si diciembre en La Habana es el mes del cine, por la celebración del Festival del nuevo cine latinoamericano; febrero es la primavera de los amantes de la lectura, por el despliegue de la Feria del Libro. Ya es una tradición. Si diciembre en La Habana es el mes del cine, por la celebración del Festival del nuevo cine latinoamericano; febrero es la primavera de los amantes de la lectura, por el despliegue de la Feria del Libro.
Este año, la 23 edición, que se realiza del 14 al 23 de febrero en la capital y luego se expande por todas las provincias hasta el 9 de marzo, tiene como invitado especial a Ecuador y la diversidad de culturas que conforman ese país sudamericano; serán homenajeados dos prestigiosos intelectuales cubanos Nersys Felipe, escritora cuya obra ha entusiasmado al público infantil y juvenil durante décadas; y Rolando Rodríguez García, ensayista con una obra de obligatoria referencia para indagar en la historia nacional.
También estará presente el recuero de la poetisa Gertrudis Gómez de Avellaneda, la Tula, cuyo bicentenario se celebra en este año, con encuentros académicas, literarios y lanzamientos editoriales.
El complejo histórico constituido por la Fortaleza de San Carlos de la Cabaña y el Castillo de los Tres Reyes del Morro será la acostumbrada sede principal, donde se reúnen cada día miles de personas de todas las edades en busca de las últimas novedades literarias.
Pero como llegar hasta ese lugar, al otro lado de la bahía, es un tanto difícil para muchos, el público está de plácemes porque en esta oportunidad las actividades de la Feria y las ventas de libros se ampliarán hacia otros espacios más accesibles, como el Pabellón Cuba, la Sociedad Cultural José Martí, la sede la Unión de Artitas y Escritores, la Casa de las Américas, la Casa del Alba, el Centro Dulce María Loynaz, la Universidad de La Habana y la Casa Guayasamín, en el Centro Histórico de la Ciudad.
“Ojalá siempre siga así” asegura Victoria, una maestra jubilada que a pesar de sus muchos años no ha perdido el hábito de leer cuanta letra impresa llega a sus manos.
Ella casi no se puede mover de la casa, pero sus emisarios bibliográficos son Carlos y Ernesto, sus dos nietos, quienes heredaron el hábito de lectura de su abuela y desde hace tiempo vienen haciendo ahorros para “gastárselas todas” en la feria y cargar, como hacen casi todos los caños, con una provisión de volúmenes que les alcance por lo menos para unos cuantos meses.
Porque la feria es para todos el momento preciso de comprar los libros que luego “se pierden” o solo se encuentran, a precios multiplicados, en los estantes de algunos revendedores de libros.
Felizmente para muchos, ya las librerías no parecen tierra arrasada como en los años de la crisis de los 90, donde los libros prácticamente desaparecieron en un país que se había acostumbrado a leer mucho, bueno y barato.
Solo que ahora los precios, en pesos cubano, no son como los de antes, aunque siguen dejando boquiabiertos a los visitantes extranjeros; pero ya hay en los anaqueles suficientes títulos para escoger, aunque algunos best sellers internacionales y las obras de nombres nacionales perseguidos por el público como Leonardo Padura o Daniel Chavarría solo es posible encontrarlos de feria en feria. Por eso el asedio a los castillos de La Cabaña, el Morro, que son tomados por estos días, en batalla campal por la cultura, por gente como Victoria, sus nietos, y muchos más.



