La pregunta, un tanto enigmática para quienes no viven en La Habana, tiene fácil respuesta para los habitantes de la capital cubana, donde muchos edificios y viviendas se encuentran en mal estado constructivo o francamente inhabitables. La pregunta, un tanto enigmática para quienes no viven en La Habana, tiene fácil respuesta para los habitantes de la capital cubana, donde muchos edificios y viviendas se encuentran en mal estado constructivo o francamente inhabitables.
Como siempre ocurre cuando la lluvia es demasiado persistente, las viejas paredes se “enchumban” y cuando el sol aparece de nuevo comienzan a secarse y volver a su estado “normal” lo cual tiene una consecuencia segura para muchas de esas edificaciones precarias: el peligro de derrumbe se multiplica.
En algunos de los barrios donde el deterioro es más evidente, como Centro Habana o El Cerro, por estos días en que las lluvias no perecen tener para cuando acabar, no son pocos los católicos que hacen la cruz mientras contemplan las filtraciones en techos y paredes, mientras los devotos a los orishas hacen más ofrendas que de costumbre a sus santos.
Pero son pocos los que atienden al llamado de las autoridades para evacuarse hacia lugares más seguros, por temor a perder sus pertenencias, o como dice una anciana, “primero muerta bajo los escombros que irme a un albergue de esos donde, si mi casa se cae, tendré que esperar años para que el Estado me entregue otra donde vivir”.