En las últimas semanas, la intensa lluvia de noticias que procede de Cuba da cuenta del anuncio de próximos levantamientos de algunas de las prohibiciones anacrónicas que definió Raúl Castro en su primer discurso oficial como presidente del Consejo de Estado de la Isla. En las últimas semanas, la intensa lluvia de noticias que procede de Cuba da cuenta del anuncio de próximos levantamientos de algunas de las prohibiciones anacrónicas que definió Raúl Castro en su primer discurso oficial como presidente del Consejo de Estado de la Isla. Es cierto, desde luego, que algo se mueve en el sistema, quizá porque sus dirigentes han comprendido que no podía continuar aplicándose indefinidamente el esquema del reduccionismo social y la cerrazón que reinventaron en 1999, tras unos forzados intentos de leve apertura económica.
Cómo consecuencia de estos movimientos, en la sociedad cubana parece haberse instalado la sensación de que por fin algo va a pasar. Un sentimiento que contrasta con la convicción general de los ciudadanos en la larguísima etapa en la que Fidel Castro ocupó el poder, cuando todos tenían la seguridad que “nada tenía que pasar”. Ese portillo abierto a la esperanza ha renutrido la ilusión de los cubanos de a pie, un elemento del PIB social de la Isla que, hasta hace muy poco, estaba aquejado de una severa anemia.
Entre las medidas anunciadas hasta ahora puede verse, según la interpretación de los analistas internacionales, una mezcla bien batida de incitaciones al gasto con campaña de imagen. Y es necesario reconocer que la receta y el plato cocinado hasta ahora por el Gobierno cubano está bien trabada y contribuye a generar esa sensación de movilidad sin que se hayan producido, en realidad, cambios sustanciales.
La cuestión ahora es saber cuándo llegará de verdad la hora de los cambios significativos, si es que llega ese momento con el Gobierno actual. Un momento que tendría que estar marcado por facilitar a los ciudadanos la posibilidad de conseguir, de forma legal, ingresos individuales suficientes y además por la implantación de fórmulas de propiedad, también individualizadas que permitieran a los sufridos habitantes de la Isla percibir el cambio auténtico que esperan desde hace años.