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La Isla se prepara para las elecciones a delegados al Poder Popular

ESTOS DÍAS el país anda en preparativos para las elecciones a delegados al Poder Popular -lo que en otras partes del planeta serían concejales-, un suceso que ocurre cada dos años pero que a estas alturas a la mayoría de la gente no le interesa mucho, porque los delegados van y vienen, pero como diría Julio Iglesias, la vida sigue igual. ESTOS DÍAS el país anda en preparativos para las elecciones a delegados al Poder Popular -lo que en otras partes del planeta serían concejales-, un suceso que ocurre cada dos años pero que a estas alturas a la mayoría de la gente no le interesa mucho, porque los delegados van y vienen, pero como diría Julio Iglesias, la vida sigue igual.

El primer paso son las asambleas para la nominación de los candidatos, a las cuales la gente va con desgano. La causa es, según Cunda, una mulata que peina canas, “que el Poder Popular es más de lo mismo y al final no resuelve nada”.

Pero como es la fórmula de gobierno a la cubana, hay que elegir a los representantes del barrio y ahí es cuando empieza el estira y encoge, porque cuesta trabajo dar con alguien que quiera ser delegado.

Unos dicen que no disparan un chícharo; otros, más realistas, aseguran que ese cargo es la última carta de la baraja, porque tienen que buscarse broncas a derecha e izquierda para resolver los mil y un problemas que padecen sus electores, y encima de eso no cobran ni un centavo extra por ese sacrificio.

Pero al final siempre alguien acepta ser propuesto, y seguro es elegido por unanimidad, no tanto porque todos lo consideren el tipo perfecto, sino porque así los demás se quitan de encima la posibilidad de que algún atravesado los proponga.

Si usted es el afortunado en ser nominado, al final del ceremonial unos le darán un apretón y hasta un abrazo con un escueto “te compadezco” otros vendrán a estrecharle la mano y a felicitarlo. Esos son sus enemigos.

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