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Las autoridades cubanas buscan registrar la situación real de la ganadería

Radio Bemba

Dicen algunos que en Cuba deben quedar muy pocas vacas en pie, pues son demasiadas las que mueren de hambre o sed, las que son descuartizadas por matarifes al amparo de la noche, o las que son hurtadas y desaparecen como por arte de magia. Dicen algunos que en Cuba deben quedar muy pocas vacas en pie, pues son demasiadas las que mueren de hambre o sed, las que son descuartizadas por matarifes al amparo de la noche, o las que son hurtadas y desaparecen como por arte de magia. Pero pueden ser unas consideraciones un tanto exageradas, ya que según datos de la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI), en 2014, existían en el país 4.134.200 cabezas de ganado vacuno.

Unas cifras que si nos remontamos a la historia, nos remiten al censo ganadero de 1952: el último realizado antes de la Revolución encabezada por Fidel Castro. Por aquel entonces, el censo reflejaba que la masa vacuna ya ascendía a 4.032.685 cabezas. Así que algo no debe marchar bien, ya que en estos 62 años, las cifras indican un muy modesto crecimiento de la masa. Mientras que, por el contrario, la población de la isla se ha multiplicado casi por tres.

Precisamente, la situación de la ganadería vacuna, con detalles sobre su ubicación en empresas estatales o entre los propietarios privados, será objetivo de un conteo nacional del rebaño durante la primera quincena de noviembre, según ha anunciado el Ministerio de la Agricultura. Roberto León, director del Centro Nacional de Control Pecuario, ha informado de que también se verificará la exactitud de lo reflejado en los libros de registro pecuario y la realidad de las existencias declaradas por los propietarios.

Muchos consideran que esta inspección podría deparar sorpresas, pues no serían pocos los propietarios que adulteran la declaración de las cifras de ganado, incluso en las propias empresas estatales, para escapar así a los férreos controles oficiales. Las cifras de la ONEI muestran a partir del 2008 un crecimiento de la masa, que en las décadas de 1970 a 1990 cayó en picado debido a las erráticas políticas de precios, a las desmedidas exigencias burocráticas que incluían requisitos tales como tener que medir la distancia entre las puntas de los cuernos, o a la prohibición a los propietarios de vender libremente los animales o de sacrificarlos para el consumo familiar.

Además, se invirtieron sumas millonarias en cambiar la base genética de la masa ganadera estatal para producir esencialmente leche sobre la base de la importación de piensos, pero la crisis económica que estalló en 1991 dio al traste con esos programas. De aquello solo queda el recuerdo de Ubre Blanca, una vaca Holstein de ubre descomunal que daba leche a chorros y a la cual le erigieron hasta un monumento. Aunque la realidad actual es que, cada año, el Estado invierte millones en la importación de decenas de miles de toneladas de leche en polvo, mientras que la producción de carne se encuentra en mínimos históricos.

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