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Crónicas habaneras

Tal vez sea pronto para decirlo, pero la máquina parece haberse puesto en marcha y quizá resulte muy difícil pararla. y después de Juanes…

Tal vez sea pronto para decirlo, pero la máquina parece haberse puesto en marcha y quizá resulte muy difícil pararla. Muchos esperan que tras el macroconcierto de Juanes en La Habana, los habitantes de la Isla sí podrán disfrutar en los próximos meses de, al menos, dos actuaciones de gran interés mediático, las anunciadas para octubre y enero de 2010 por la Orquesta Filarmónica de Nueva York y el cantautor guatelmateco Ricardo Arjona, respectivamente.

Las intenciones de Arjona, cuyo equipo llevaba varios meses de negociaciones con el Instituto de la Música para cerrar las fechas, habrían estado a punto de descarrilar tras la polémica provocada por el proyecto de Juanes. Por eso, el artista ha optado desvelar el secreto con tanta anticipación. Para el guatemalteco, según ha explicado su manager Joe Bonilla, resulta poco menos que absurdo que un cantante se vea privado de actuar ante sus seguidores de cualquier país porque no esté de acuerdo con el sistema de Gobierno.

Unas declaraciones cargadas de sentido común que podrían convertirse en un síntoma de la merecida normalidad que los nuevos tiempos están a punto de instaurar en la industria cultural cubana.

vigilancia discreta

El presidente cubano, Raúl Castro, quiere impedir a toda costa que el agravamiento de la crisis financiera en Cuba derive en un nuevo aumento de los robos y el mercado negro en el país. Tal vez por eso en los últimos tiempos se puede observar en las calles de La Habana un despliegue considerable de automóviles con matrículas verdes del Ministerio de Interior.

Una ‘vigilancia discreta’ a una población que en los últimos meses ha visto un fuerte aumento de la presencia policial en el país.

De hecho, y desde que Raúl Castro renovó por completo su Gabinete el pasado mes de marzo, parece evidente que uno de los objetivos prioritarios de las organizaciones políticas, entre ellas los llamados Comités de Defensa de la Revolución (CDR), ha sido la captación de jóvenes cubanos para ingresar en las filas de la Policía Nacional Revolucionaria. Incluso la televisión y la prensa oficial han hecho estos llamamientos.

El traslado de miles de policías de las provincias orientales hacia la capital ha generado fricciones en la población habanera, que despectivamente les llama ‘‘palestinos», y les culpa de excesivo uso de la violencia, manejos corruptos y escasa preparación cultural.

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