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Y llegaron las papas

Radio Bemba

Tal como se lo había advertido el viejo Ruperto a su caprichosa mujer, “pasó lo que yo sabía que iba a pasar: la gente se mató haciendo colas y ya hace días que las papas se pueden comprar sin problemas en el mercado agropecuario”. Tal como se lo había advertido el viejo Ruperto a su caprichosa mujer, “pasó lo que yo sabía que iba a pasar: la gente se mató haciendo colas y ya hace días que las papas se pueden comprar sin problemas en el mercado agropecuario”.

Después de largos meses ausente de los comercios, la llegada de los primeros cargamentos de la nueva cosecha de papas provocó tumultos y hasta cierto despliegue policial ante los mostradores para controlar que las ventas transcurrieran sin contratiempos.

Rosa, la esposa de Ruperto, no cesaba de decirle a su consorte que “estaba loca por comer papitas fritas”, pero solo obtenía una respuesta permanente: “Yo no hago colas por gusto” y así, Ruperto esperó estoicamente -a él se le hacía también la boca agua-, pero prefirió seguir comiendo plátano macho, malanga y boniato, hasta que pasara la tormenta.

Y para beneplácito de los consumidores, las autoridades han dado una buena noticia que no se escuchaba desde hace unas cuantas temporadas. Este año la cosecha casi cuadruplica la de 2014 con unas 60.000 toneladas, e incluso han aumentado notablemente el número de mercados donde han sido puestas a la venta, así que, en la capital, aunque las papas no durarán todo el año, al menos no se perderán de un día para otro.

Ante la demanda insatisfecha durante tantos meses, al menos la mitad de la cosecha irá directamente del campo a los mercados, mientras que la otra parte será guardada en frigoríficos para garantizar cantidades considerables en los meses de verano.

De todas formas, los más previsores están haciendo sus propios acopios y conservando cantidades considerables del tubérculo en sus propias casas, no vaya a ser que, como ha sucedido tantas otras veces, los pronósticos demasiado alentadores superen la realidad, como advierte Ruperto, quien entró por la puerta sudando la gota gorda con dos bolsas de 20 libras cada una, y le aseguró a su esposa que «estas van directo para el refrigerador».

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