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Con gas o sin gas, ‘that’s´S the question’

Radio Bemba

Mientras que los directivos de Cupet afirman que el negocio marcha viento en popa, los consumidores insisten en que si el servicio de gas licuado para cocinar fuera más barato, el número de clientes sería mucho mayor. Mientras que los directivos de Cupet afirman que el negocio marcha viento en popa, los consumidores insisten en que si el servicio de gas licuado para cocinar fuera más barato, el número de clientes sería mucho mayor.

Roberto Suárez, director adjunto de la Unión Cuba Petróleo (Cupet) dijo hace poco a la prensa que “la venta liberada de gas licuado marcha por buen camino”, y para fundamentarlo explicó que al cierre de febrero el número de contratos ascendía a 56,132, y que se han vendido 130 000 unidades (balitas) de diez kilogramos.

Hasta ahora ese servicio solo se ofrecía en la Isla de la Juventud, La Habana y Santiago de Cuba, y desde el 1 de febrero se extendió a las provincias de Artemisa, Mayabeque, Matanzas y Villa Clara, con la perspectiva de ampliarlo paulatinamente al resto de la nación.

Sin embargo, esa cifra de contratos para muchos resulta irrisoria debido a los precios tan altos, pues obtener el servicio cuesta 300.00 CUP (al principio eran 500.00) y una balita de 10 kilogramos más de 100.00, o lo que es lo mismo, casi un salario completo.

“Yo cocino con los electrodomésticos que tengo desde la revolución energética de hace unos cuantos años, y ni pienso en cómo me las voy a arreglar cuando se rompan, porque mi jubilación no da para mantener un contrato de gas así”, afirma Ernestina.

Para la mayoría de los capitalinos, que tienen el servicio de gas ‘normado’, ese no es el problema, pues «por la libreta» la balita les cuesta solo 7.00 CUP, y para los que consumen el gas directamente de tuberías el precio resulta aun más bajo, casi simbólico.

Paradójicamente, los más afectados, a estas alturas, son quienes en un principio parecían ser los más beneficiados, cuando bajo el impulso de una masiva ‘revolución energética’ comenzaron a cocinar con electricidad y para ello recibieron a precios subsidiados horillas eléctricas, ollas y otros enseres, aunque después la empresa eléctrica les jugó una mala pasada y subió las tarifas.

Y algo al parecer no funcionó, o las cuentas salieron mal, y la revolución energética, al menos en La Habana, no pasó de dos o tres barrios, en los que ahora muchos tratan de dejar la electricidad y volver al gas, aunque con los precios del servicio “por la libre” no encuentran “para donde virarse”, como afirma Gisela, quien a cada rato maldice la hora en que cambio su cocinita de gas por una eléctrica.

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